Disputas
por la memoria colectiva. Apuntes sociológicos.
Lucas
Rubinich
La ambigüedad que cargan las palabras que, como memoria, en las sociedades complejas resultan en armas de luchas político culturales obliga, por lo menos a la sociología, a ubicarlas en su particular contexto de producción y a evitar la tentación de algunos de los distintos agentes inmersos en la lucha reivindicativa de subir la apuesta de la metaforización-frecuente quizás, y en el mejor de los casos cuando se refiere a situaciones de horror casi contemporáneo, por las dificultades de narrarlo-, ya que supone a veces menos un artefacto problematizador que la construcción de un verdadero sentido común culto marcado por lo que podría llamarse un reduccionismo sociológico.
Sin lugar a dudas es seductor recurrir al
conocido personaje de un escritor argentino, o al Funes real que estudió
Alexandr Romanovich Luria (1), pero quizás hay en estas y otras analogías con
la memoria individual una serie de problemas en los que ronda una perspectiva
escencializadora y también una concepción individualista de la acción social.
Claro, más que un discurso coherente y
organizado, este sentido común aparece como componente no necesariamente
deseado de diferentes miradas que no actúan en un espacio híbrido,
deshistorizado. Estas intervenciones se producen en un presente configurado y
actuante, con presencias culturales dominantes que inficionan diferentes prácticas
y discursos. Independientemente de la forma que adquieran los elementos que
naturalizan e individualizan la acción social, parecen tener persistencia en
distintos sentidos comúnes.
Si fuese posible "aislar" estos
componentes tendrían más o menos las siguientes características: A la pregunta porqué no se recuerda o no se
recuerda todo lo que se debería recordar, aunque esa misma intervención sea una
apuesta en la lucha por reforzar una detereminada visión de hechos ocurridos,
se le responde con una implícita condena moral que encuentra más que
imposiciones concretas de una visión del mundo en las que intervinieron
distintas instituciones, enteros grupos sociales, agentes intelectuales,
produciendo, reproduciendo, resignificando políticas, lesgilación, rituales,
creencias populares, obras de arte, científicas, periodísticas, etc.;
simplemente olvidos e indiferencias.
Los hombres y mujeres concretos que incluso
compartieron un determinado período conflictivo ( el terrorismo de Estado en
Argentina, por ejemplo) parecerían, en algunas ocasiones, de acuerdo a estas
perspectivas, "no recordarlo" o en todo caso relacionarse con
indiferencia ante esos hechos. Y entonces la relación entre la memoria y el
olvido vía la analogía individualista pasa a convertirse en el eje de la
explicación: que no todo puede recordarse, que el personaje mencionado del escritor argentino es la
metáfora de una imposibilidad y esta para conferirle un aspecto trágico, tiene
su componente azaroso: solo se puede recordar algo. Ese algo cuando no es el
algo requerido ( lo que debe ser) por la mirada ideológica que sustenta la
intervención puede implícitamente explicarse por cierta escencialidad que
adopta la forma no totalmente explícita de una especie de determinismo
metafísico, caro a las miradas neorrománticas. Sin embargo, se puede dar cuenta
de las personas individuales sin los límites de una concepción individualista
de la acción social.
Baste para eso plantear las situaciones
siguientes:esas mismas personas que pueden "olvidar" hechos recientes
de la historia argentina, "recordarían" lo que le ocurrió a un santón
judío hace dos mil años y quizás contarían con abundantes detalles los hechos
ocurridos en su camino al Gólgota por las callejuelas de Jerusalen. En el mismo
sentido, un descendiente en cuarta o quinta generación de un heroico capitanejo
de Calfucurá caminará sus pasos de pobre por el bajo de Bernal ignorando la
experiencia de su bisabuelo o tatarabuelo porque unas generaciones atrás
visiones del mundo dominantes estigmatizaron ese tipo de arboles genealógicos
hasta producir en algunos casos su total borramiento. Este hombre seguramente
portará un apellido español y no tendrá recuerdos de otra lengua que no sea el
castellano de los barrios bajos de General Roca ( en el cual presumiblemente
queden marcas de la otra lengua aunque él lo ignore) que habrá enriquecido con
el cosmopolitismo subordinado del Gran Buenos Aires. El mismo, que no recuerda
más allá de la madre y sus ambiguedades acerca de la propia ascendencia, sería
también capáz de "recordar" esos acontecimientos ocurridos hace dos
mil años en una colonia romana. Como es obvio para la teoría social clásica no
hay contradicción entre individuo y sociedad, sino entre concepciones de la
acción social. Una, no determinada, portadora de una racionalidad autónoma y la
que la piensa como un producto histórico cultural. Esto que no supone ningún
alumbramiento y tiene el carácter de lo evidente para la sociología, aparece
con la misma fuerza de la evidencia en el sentido común en la "naturalización"
de los hechos sociales y su explicación a través de argumentos individualistas,
tanta, que sobre todo cuando se producen discursos con profunda implicación
moral, el bien y el mal parecen encarnarse en individualidades concretas.
Y claro, las luchas por lo que se llama la
memoria colectiva en las sociedades complejas no es simplemente la pelea clara
contra la censura de determinados hechos, aunque también. Sino que supone,
sobre todo, una disputa por la "lectura" de esos hechos. Quizás no haya ejemplos más contundentes que
algunos productos culturales o artísticos para observar como estas cuestiones
de la construcción de un relato sobre el mismo hecho con materiales culturales
e ideológicos diferentes resultan en visiones del mundo opuestas hasta la
contradicción, independientemente del sentido superficial mentado por el
productor y las posibles lecturas homogeinizadoras de los "lectores".
El cine con toda su complejidad industrial puede pensarse como un elemento no
subestimable en estas disputas. La evidencia de ellas aparece con extrema
claridad en el análisis que un cineasta que es también crítico realiza con
motivo de el estreno de La lista de Schindler (Beceyro,1994). Raúl Beceyro en
este artículo es un crítico en toda la densidad del término y por lo tanto
interviene con agresividad en la lucha y además en su análisis de la recepción
sugiere una buena sociología.
La sociología más que intentar zanjar
superficialmente las luchas simbólicas como las implicadas en la memoria
colectiva, debe recurrir a sus saberes específicos, para dar cuenta
analíticamente de los distintos agentes que las llevan a cabo, debe desagregar
los elementos que se utilizan para construir los argumentos. Fundamentalmente
debe construir un estado de las relaciones de fuerza implicadas, y en ese mapa atender
a las formas que adquieren las representaciones dominantes y su capacidad de
"trabajar" sobre diferentes prácticas y discursos. Es en esa
estrategia que puede reconocer que la memoria colectiva es antes que una
abstracción metafísica, una disputa por la memoria colectiva, en donde la
sociología encuentra toda su potencialidad intelectual y también su fidelidad a
la responsabilidad pública.
Citas
1. Romanovich Luria, Alexandr, 1987:The mind
of a Mnemonist,
2. Beceyro, Raúl, 1994: Los límites. Sobre "la lista de
Schindler", en Punto de Vista Nº 49 agosto, Buenos Aires.
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