martes, 22 de diciembre de 2009
Fue el 20 de noviembre que realizamos El velatorio en el aula Magna de la sede de Marcelo .T. de Alvear en la Facultad de Ciencias Sociales, se trataba del fin de una tríada de happenings, el primero había acontecido en el 2007 y se había denominado La Asamblea y el año pasado se había llevado a cabo el segundo con el nombre de La Beca.
En esta oportunidad se trataba de la muerte de una ilusión, la muerte de la Sociología como una ciencia que todo lo puede explicar.
Una vez más debimos recurrir a la palabra happening aunque como en los acontecimientos anteriores, la gente de la facultad no entendía de qué se trataba cuando se los convocaba. Y en realidad, siguen sin entenderlo.
También es importante señalar que denominar happening no nos sirvió de mucho, ya que hasta el día de hoy nuestro público no sabe que significa, los más arriesgados lo relacionan con la década de los sesenta y con el di Tella. Tampoco les interesan los motivos que nos llevan a tratar de revivirlo cuarenta años después.
La propaganda
Quienes tenían a cargo la tarea de difusión en las semanas previas al acontecimiento circularon por las aulas de la facultad, irrumpiendo en las clases teóricas y prácticas de las carreras de Sociología y de Relaciones de Trabajo. Se trataba de un par de lloronas vestidas de negro que interrumpían el dictado de las clases llorando al grito de” ustedes son los culpables, ustedes la dejaron morir, fue su indiferencia la que lo hizo”
Posteriormente algunos “cómplices” estaban presentes en las aulas y nos informaron que la sensación general fue de desconcierto y que éste alcanzaba tanto a los docentes como a los estudiantes.
Una vez que se retiraban las lloronas se le dedicaba algunos minutos a opinar si se trataba de una cargada, de hijas de desaparecidos o simplemente estaban locas.
El Contexto
Debemos pensar que el happening no se llevó a cabo en forma ideal, sino real y eso nos obliga a ubicarlo dentro de un contexto de paro no docente en la Facultad de Ciencias Sociales, y en donde recién a las siete de la tarde se logró acceder al Aula Magna donde íbamos a realizar El Velatorio. Lo hicimos a fuerza de pistola con un cajón de muerto y coronas, había que convencer a Pérez Esquivel y a otras docentes de su cátedra de que necesitábamos sí o sí el lugar ya que se había convocado a las 20hs al Velatorio. Había que convencerlos que debían cambiarse de aula porque el público iba a llegar y nosotros necesitábamos armar la escenografía. Es importante señalar que Pérez Esquivel más allá de su perplejidad ante nuestra presencia aceptó la propuesta inmediatamente, decisión que disgustó a algunos alumnos que se retiraron disconformes por tener que cambiar de aula para algo que les resultaba tan poco serio.
El desarrollo
Si nos ponemos en formalistas podríamos decir a grandes rasgos que hubo preguntas que sirvieron para estructurar El Velatorio: ¿Por qué se murió? ¿Qué vamos a hacer después de su muerte? ¿Qué es la muerte?
En realidad una vez más se trató de un hecho político, al cual asistieron 200 personas que sin pedirnos permiso se fueron metiendo al aula y hasta último momento no sabían si era cierto que se había producido un corto circuito y por eso no podíamos utilizar ni sonido ni imágenes que nos enviaban desde la tumba de Durkheim en Francia, como así también la presencia de un pianista y bailarines de tango que vinieron a participar de El Velatorio y no lo pudieron hacer en forma activa, sin embargo se quedaron hasta último momento a presenciar el hecho.
A esta altura es necesario aclarar que lo del corto circuito fue verdad y que pese a eso logramos la mejor escenografía de los tres happenings y actuaciones brillantes. Hay veces que la vida o realidad nos pone en encrucijadas como estas; alguien coherente tal vez hubiera suspendido, nosotros elegimos llevarlo a cabo.
Realizamos dos finales al mismo tiempo: en uno, los actores luego que le pedimos perdón a la Sociología y la perdonamos alzamos el cajón de muerto y lo retiramos del aula acompañados por tambores, lo llevamos hasta la calle donde cortamos Marcelo T de Alvear por espacio de dos minutos y luego ingresamos al bar del Centro de Estudiantes con la consigna "Son un velorio la puta que los parió”.
El otro final sucedió en el aula donde se apagó la luz y se dijo en voz alta que nadie se retiraba del lugar hasta que no contribuyeran con los gastos del Velatorio. Según testimonios del público hubo gente que pensó que los íbamos a encerrar hasta las 10 de la noche y no sabían que hacer.
Críticas
En cuanto a las críticas hubo compañeros que participaron del velatorio que no quedaron conformes porque les hubiera gustado algo más prolijo, pero les insistí que se trata de un happening, que es distinto al teatro y a la idea de representar: se vive en carne propia, es espontáneo, está presente el azar y la gente del público actúa.
A las críticas del público las podemos agrupar en tres; una totalmente positiva, en donde se rieron mucho, les gustó y nos pidieron seguir haciendo cosas de este estilo en la Facultad.
La segunda en donde nos acusaron lisa y llanamente de locos, sin más fundamentos. Y la tercera en donde nos reclamaron que fueron a escuchar críticas más profundas a la Sociología y se encontraron con reflexiones acerca de la muerte y esto los llevó a recordar a seres queridos y por eso no les gustó.
Esta última crítica es la más interesante porque confirma que incomodamos a la gente y porque nos obliga a recordar que en nuestro público no había solamente sociólogos. De hecho, nosotros hablamos de la muerte de una ilusión acerca de la Sociología. En realidad, debemos confesar que hay que ser muy pelotudo para pensar que se murió la Sociología.
¿Qué cometimos en estos tres happenings?
Para quienes formamos parte de los tres acontecimientos creemos que fue una forma de sacudir algunas inercias y poner en suspenso algunas naturalizaciones que hay en la Facultad de Ciencias Sociales. Para ello invocamos como en tiempos memorables a los espíritus de la incomodidad, al cuestionamiento y a la reflexión critica.
Las repercusiones de los happenings confirmaron nuestra hipótesis. Algo pasó cuando se realizaron, algo se sacudió en la Facultad de Ciencias Sociales. Algo cuya politicidad y potencialidad se desprende de la experiencia misma; es decir, en la fuerza de su carácter efímero e irrepetible y en la posibilidad de destruir ilusiones bobas desde un pesimismo alegre, no tan organizado y profundamente subversivo
Gustavo Moscona
miércoles, 16 de diciembre de 2009
Muestra RETRATOS SOCIALES
De Tomas Espina
El artista plástico Tomas Espina se instalará del 14 al 18 de Diciembre en los horarios de 14 a 20 horas a retratar a todos los que se acerquen al Museo Spillimbergo. La muestra quedará inaugurada el día viernes 18 de diciembre a las 20 hs con un baile popular en el museo Lino Enea Spilimbergo de la ciudad de Unquillo.
Durante esos días el museo funcionará como casa taller, recuperando así la fisonomía y la función que tenía cuando el Maestro Spilimbergo vivía en ella.
Espina toma el retrato como pretexto para hacer de él un evento social, no es el retrato individual el que aquí se pone en juego, sino más bien la necesidad de imaginar una comunidad de reconocimiento mutuo, en la que el carácter esté dado en subrayar la posibilidad que tiene el arte de crear lazos. Unquillo históricamente ha sido una ciudad convocante, un lugar de reunión, dinámico y estimulante, por donde han pasado y se han asentado personas de diferentes latitudes atraídas por el espíritu festivo y social que caracteriza a esa ciudad. Por eso para Espina es tierra fértil y caldo de cultivo para pensar el arte en términos de comunidad.
Para el registro de esta actividad será convocado al artista y sociólogo Syd Krochmalny, que realizará un video documental con la intención de hacer un trabajo de investigación acerca de los resultados y las implicancias de este proyecto dentro de la comunidad.
martes, 15 de diciembre de 2009
lunes, 30 de noviembre de 2009
miércoles, 18 de noviembre de 2009
miércoles, 11 de noviembre de 2009
Diego Melero en la BIENAL del MERCOSUR en Porto Alegre
No primeiro fim de semana da Bienal, a Capital teve a chance de conferir ações como a do artista argentino Diego Melero
lunes, 9 de noviembre de 2009
Algunas imagenes de la marcha del orgullo glbt
Aqui podemos ver algunos ritmos de la marcha del Orgullo GLBT este 7 de noviembre en Buenos Aires
Mas de 100.000 personas dieron presente y sociologia contraataca también estuvo marchando, bailando y filmando.
viernes, 6 de noviembre de 2009
jueves, 5 de noviembre de 2009
miércoles, 28 de octubre de 2009
Rosario Blefari en Socio general 27 0ctubre 2009 aula 512 MARCELOTÉ
domingo, 25 de octubre de 2009
Rosario Bléfari el martes 27 de octubre en el teórico de Socio General ( aula 512 de Marcelote)
Rosario produjo una reflexión sobre las dependencias de servicio a partir de su propia experiencia de vida y esto resulta en la construcción de un objeto analítico poético que dialoga productivamente con la vida, y como al fin y al cabo estámos en ella, con la sociología.
"Viví en distintos tipo de dependencias de servicio junto a mis padres. Conocí la parte de personal del hotel Llao- llao en Bariloche, en el sótano, en el mismo nivel que el lavadero, la gambuza y la cocina. Las habitaciones tenían ventanas altas que daban al suelo del parque del hotel y el baño era compartido, uno para mujeres y otro para hombres con duchas sin divisiones. Luego viví en una residencia antigua de la misma ciudad que tenía un altillo dedicado al personal, con tres habitaciones una de las cuales tenía baño privado. Todas eran muy amplias, con ventanas pequeñas pero con una vista privilegiada al lago y al bosque. Los baños eran cómodos, con bañadera y agua caliente. También había un espacio común, grande, luminoso y aireado. La única desventaja era subir dos pisos altos por una empinada y angosta escalera de madera y la convivencia con los murciélagos ya que los tejados estaban habitados por cientos de ellos. También viví en la casa de los caseros de la misma residencia. Era una casa encantadora de cinco ambientes y dos baños, cocina a leña y una salamandra en el comedor, en un primer piso. La madera de los pisos y la fortaleza de la construcción de troncos y piedras por afuera, ayudaban a provocar un fuerte sentimiento de cobijo, de protección duradera. En la planta baja había un garaje doble que llamábamos el galpón donde se guardaba la leña y dormían mis dos perros. También el hecho de estar a unos cuantos metros de la casa principal nos daba más independencia y podíamos construir nuestra intimidad familiar, nuestra propia escena, y protagonizar así nuestra vida aunque siguiéramos viviendo en el trabajo.
De ahí nos mudamos a Buenos Aires, a un departamento recién terminado, sobre la Avenida Libertador frente al rosedal. Tenía tres pisos. Las habitaciones de servicio eran dos, una para mí y otra para mis padres. Las ventanas daban a una especie de plazoleta privada sobre Libertador donde coincidían las entradas de los tres edificios. Las habitaciones principales también tenían ventanas que daban a este patio, pero las de servicio tenían a modo de anteojeras unas bandas de metal verticales que orientaban la visión hacia la avenida e impedían mirar hacia la izquierda, donde estaban los ventanales principales de la torre del medio. Es evidente que el fin de estas rejas era proteger la privacidad de los dueños de los departamentos de al lado y evitarles la visión de las habitaciones de servicio y sus ocupantes, algo sobre lo que no se podía tener control. "
RB
jueves, 22 de octubre de 2009
martes, 20 de octubre de 2009
jueves, 15 de octubre de 2009
miércoles, 14 de octubre de 2009
Fernando Laguna. "Soy yo: caminando por la orilla del riachuelo, muy triste
viernes, 9 de octubre de 2009
miércoles, 30 de septiembre de 2009
La Mecha de Ernesto Meccia
Mecha encendida
Mecha Ortiz nació con el siglo, un 24 de septiembre de 1900, y fue haciéndose mujer fatal en la pantalla del cine argentino. Su voz profunda, su pose de inalcanzable, el misterio de su intimidad siempre a punto de desatarse la convirtieron en diva, pero también en objeto de veneración en un círculo gay de años pasados. Los muchachos de antes la amaron, la perturbadora Safo sigue haciendo de las suyas cada vez que pasa por Volver.
Por Ernesto Meccia
Primero fue el misterio: una actriz que debuta en el cine a los 37 años (en 1937), de quien se decía que se había iniciado en el espectáculo luego de que su marido (vinculado con la oligarquía terrateniente y familiar directo del presidente Roberto M. Ortiz) sufriera un terrible accidente mientras montaba a caballo, que lo dejara parapléjico hasta su muerte acaecida en pleno apogeo de esta actriz que nunca más volvió a casarse, ni tuvo algún romance (al menos público). Pero además de este rumor sobre su vida personal, era de su misma figura de la que emanaba el misterio. Tenía un aura que la distinguía de las demás: la estatura, la delgadez extrema, las frases irreparables de su voz grave, aunque –sin dudas– gran parte del misterio estaba en su forma de mirar. Tenía una mirada que mezclaba tristeza, melancolía, concupiscencia y unas ansias locas de recuperar el tiempo perdido. Clavaba la mirada –como perdida, pero inamovible– en quienes serían sus amantes, levantando levemente la ceja derecha mientras entrecerraba apenas los ojos para ver mejor, como una cazadora segura de su oficio. Los directores de cine supieron crear más misterio sobre el misterio: en varias de sus películas ella tardaba en aparecer, a veces más de diez minutos. Hasta entonces todo era de un enigma inquietante: los personajes hablaban de ella, casi siempre de su pasado plagado de desgracias de amor, de desarreglos mentales o de unos amores proscriptos de la dulzura burguesa. Cuando finalmente aparecía, la cámara hacía zoom para mostrar ese rostro tan denso de vida desdichada y con tantas ansias de devorar hombres más jóvenes, con independencia de cuál fuera el estado civil o afectivo de sus presas. Los directores filmaban sobre un código preexistente entre ella y el público: mostrar su rostro era mostrar la inminencia de la desestabilización del lenguaje sentimental de todos los días; el signo inequívoco de que había comenzado a funcionar el reloj de una bomba de tiempo que iba a destruirlo todo, como en una inolvidable película en la que no sólo se ocupó de privar a su cándida hermanita menor de su novio sino que cuando consiguió que éste se convirtiera en un concertista famoso (tras meses de tenerlo encerrado a biberón en su casa), en la noche del debut consagratorio se va en su auto manejando raudamente, escucha por radio el concierto y se estrella. Aquel film termina cuando la platea apluade al amante y la cámara hace un lento zoom hacia el asiento vacío que ella debió ocupar, como si, en realidad, se estuviera haciendo una especie de homenaje al poder destructor de la pasión, y lo que se apluade a rabiar no es la obra del concertista sino la de ella. El misterio tampoco faltó a la cita del final de su vida, en 1987: un extinto crítico de cine (no tan fanático de ella como yo) me contó que en el velorio en el teatro Cervantes apareció un señor muy mayor de barba muy blanca con un manojo de rosas rojas que depositó sobre el cuerpo para luego desaparecer furtivamente, saludando apenas a la familia. Se dijo entonces que con esas flores rojas el señor estaba agradeciendo las donaciones que durante muchos años la actriz le había hecho al Partido Comunista, algo que nadie sabía por entonces y hoy nadie puede confirmar.
Mecha Ortiz fue una de las más grandes figuras del cine argentino de la época de oro. Y, tal vez, la única diva por todos los elementos que mencioné. Imposible de comparar con Mirtha Legrand (la gran estrella adolescente del cine de teléfonos), pero asimismo imposible de comparar con la excepcional Tita Merello (Mecha era popular, pero raramente interpretaba personajes populares), a Mecha se la asociaba con Greta Garbo desde el primer momento, en que interpretó a la Rubia Mireya en un film clásico de clásicos: Los muchachos de antes no usaban gomina, de Manuel Romero, en 1937. Realizó un total de 37 películas, casi siempre como protagonista, en una carrera que culminó en 1976. Entre las más famosas: Safo, historia de una pasión (1943), primer film erótico argentino y prohibido para menores; El canto del cisne (1945); Una mujer sin importancia (1945), donde puede verse por primera vez en el cine que una mujer le pega un cachetazo a un hombre (Santiago Gómez Cou); Las tres ratas (1946) y Madame Bovary (1947).
Siempre sentí a Mecha muy homofriendly, algo que a lo largo de los años pude corroborar. Con un asombro que aún recuerdo, Mecha aparece citada por Manuel Puig en novelas y en obras teatrales. En La traición de Rita Hayworth y en Boquitas pintadas los personajes hablaban de ella cuando querían marcar el contraste entre Buenos Aires y los pueblitos de las provincias; eran mujeres que padecían el encierro del campo abierto tanto como los homosexuales: “Ya me estoy dando maña para aprovechar la noche viendo tantas cosas que hay en esta Buenos Aires de locura”, dice Nené en Boquitas pintadas después de lamentar no haber conseguido entradas para ir a ver a “la Mecha Ortiz”. Para esos personajes (y para el mismo Manuel Puig), Mecha era la promesa del cosmopolitismo geográfico y –por transición– moral. Habría que recordar que fue Puig quien pidió al director Leopoldo Torre Nilsson que la incorporara al elenco de la versión cinematográfica de Boquitas pintadas, en 1974. Luego la he descubierto en unos enigmáticos pasajes de Viaje prohibido (1978), una novela sobre la adolescencia de Blas Matamoro en la que Mecha es la Mecha de las películas “prohibidas” (Safo y El canto del cisne). Un personaje dice que es “una meretriz madura y comprensiva que inicia a los adolescentes inexpertos” y que “baja llorando las escaleras, con un sofocante fondo de piano de Rachmaninov, hasta caer en un sofá capitoné, enredada en sus propios encajes”. Una frase que nunca voy a olvidar. Más tarde me enteré de que fue solidaria con Miguel de Molina cuando lo expulsaron del país y de que fue íntima amiga de Eduardo Bergara Leumann, quien comenzó a vestirla. Cuentan que en una noche de alta temperatura no se podía estar dentro de la casa de Bergara, quien le dijo: “Mecha: te invito a comer afuera”. La Mecha entusiasmada le dijo que sí y, acto seguido, Bergara Leumann sacó la mesa y las sillas al patio de su casa.
Hace muy poco tiempo, cuando leí el hermoso El tiempo de una vida (2005), supe que la imaginación juvenil de Juan José Sebreli guardaba un lugar para ella porque lo “alucinaban las mujeres fatales, con sus miradas lánguidas y sus poses manieristas” como Greta y Marlene. Cada vez que veo a Sebreli en El Olmo quiero acercarme para que me hable de ella, pero nunca me animo.
Por fuera de los ámbitos de la alta cultura, la hospitalidad homofriendly de Mecha Ortiz también la pude comprobar deliciosamente cuando, recién mudado a Buenos Aires en la segunda mitad de la década del ’80, iba a esas fiestas ecuménicas en las que se encontraban homosexuales y gays de todas las edades. Siempre trataba de sacar el tema cuando me ponía a hablar con los viejitos. Y obtuve respuestas inolvidables. Uno de ellos me dijo que a pesar de que había debutado en cine teniendo cerca de 40 años, “no tenía comparación con ninguna, ni la tendrá. Hizo un carrerón. La Mecha siempre estuvo madura, pero nunca se cayó del árbol”. A otro le pregunté su opinión sobre su capacidad actoral. He aquí la respuesta (en una perfecta clave de teoría del aura): “Yo no sé si la Mecha era buena o mala. Lo único que te puedo decir es que –de todas– solamente ella podía ponerse a leer la guía telefónica en un escenario con un vestido cualquiera y el teatro se caía abajo de aplausos”. Por último recuerdo lo que me contó Andrés, que me dijeron murió el año pasado, muy entrado en años: “En la calle, si vos mirabas como la Mecha miraba a (Roberto) Escalada en Safo, llamabas la atención de los tipos, y si le dabas con el dedo índice tres golpes al cigarrillo como hacía ella y el tipo sacaba su atado de puchos, significaba que te le podías acercar”. Ahora que lo recuerdo, me reprocho no haberle preguntado qué estrategia de lenguaje no verbal seguía si el tipo no sacaba el atado de puchos porque no fumaba.
Me da mucha pena que Mecha esté tan olvidada en la actualidad. Menos mal que Soy está en la web, porque de esta forma podremos mantener la Mecha online, la Mecha encendida.
Link a la nota:http://www.pagina12.com.ar/imprimir/diario/suplementos/soy/1-988-2009-09-18.html