domingo, 7 de noviembre de 2010

Performance "Cristo Travesti", de Pomarola Talk, en la marcha del Orgullo 2010




A las chicas travestis de Constitución

Este año en la Marcha del Orgullo, un pequeño comando de sociología contraataca realizó la simple acción de repartir estampitas de la obra “El cristo travesti”, de la artista Pomarola Talk. Cuando la marcha estaba saliendo de la Plaza de Mayo, llegamos Marina Farinetti, Pomarola, Patricio Dean y yo, y desde allí empezamos la caminata con el conjunto.   Pomarola había dicho que esto es “ para las Jean Valjean del asfalto, para las chicas travestis de Constitución. Porque transforman el ´sufrimiento en alegría guerrera." Y la verdad, en épocas de trascendencias débiles en la que no se ven implicaciones apasionadas con nada, el lenguaje bélico suena a sobreactuación. A un gesto simpático, de amable distancia No obstante, si uno se quiere tomar en serio lo dicho y no pensar como si se tratara de un mundo de videojuegos, sino de vida cotidiana y lucha cultural, otra es la cuestión. En principio hay que intentar hacer el esfuerzo de atender a la vida cotidiana como un espacio en el que además de reproducción de un orden, se generan conflictos cotidianamente; y que muchos de esos conflictos por más intrascendentes que puedan parecer políticamente, son una mínima  y significativa instancia en luchas por imponer o descalificar maneas de actuar, de comportarse, de presentarse. Y ahí, quizás, se pueda mirar de otro modo esa frase entusiasta 

Porque es cierta la existencia de poderosos obstáculos culturales que impiden el reconocimiento de que en muchos lados, pero también allí, en un sector social bajo, vecino a cierta marginalidad, estigmatizado doblemente por su condición social y por su forma de encontrarse con su elección sexual, exista apasionamiento e implicación a rajatabla, que no puede no ser colectiva, en función de un deseo que se convierte en una cuestión universal. Y lo es porque pelear contra la descalificación de cualquier ser humano es una causa universal. Habría que recordar aquí la significación política que un combatiente cubano nacido en Buenos Aires, le daba a la frase de José Martí que repetía en distintas ocasiones. Algo así como: "todo ser humano verdadero debe sentir en la mejilla el golpe dado a la mejilla de cualquier ser humano." Por eso, la lucha que promueve
 ese deseo, más allá de las voluntades individuales, es una apuesta de exteriorización grandielocuente, y desde los costados, por la emancipación humana. Hay persistencia y coraje, porque las historias de aquellas que se rebelan contra las convenciones más profundas y están en un lugar subordinado de la estructura social, sin fuerza política, suelen tener destinos trágicos. Y aunque existan cada vez más espacios de reconocimiento de derechos, estos destinos trágicos persisten. Y las que recorren estos caminos difíciles defendiendo un deseo que descalificado se convierte en una verdadera causa universal, son casi personajes de Victor Hugo que sortean obstáculos límites en distintos momentos de su vida. Y muchas de ellas encuentran el destino trágico después (como se dice, acaso desde hace más de dos mil años) de haber arrastrado la cruz que les hizo cargar ese mundo potencialmente violento y oscuro que existe en zonas de la convencionalidad social y cultural.

Allí están Claudia “la monstruo”, que murió a los 30 años, Julia de Tartagal, que murió a los veinte; Agustina de Guernica, Barbi de Salta, Yeni La Narciso, Carola, la Negra, Giselle, Yanette, Margarita, Jorgelina, Wendy, daniela, Lourdes y así cientos de chicas que en la ultima década han muerto antes de los treinta o cuarenta años. Cada una de ellas y todas las demás son, de algún modo, el cristo de la estampita de Pomarola Talk. 
 En el informe nacional sobre la situación de las travestis transexuales y transgéneros se les pregunta a las 257 entrevistadas en el 2006 en todo el país si en los últimos cinco años ha muerto alguna amiga/ conocida travesti, y más del 70% contesta que sí. En una situación con algo de epifánica pude imaginar que en ese papelito por el que a primera vista quizás no se daría “ ni dos mangos” había un clima fuerte que remitía a Germán Rozenmacher, a Leonardo Favio, a Pablo Suárez.

Hay alegría en la marcha, los redoblantes acompañan una canción de Gilda que se escucha del equipo de una de las carrozas. Varios de los que están por esa cuadra de la avenida de Mayo danzan. Cuatro chicas travestis que nacieron en los arrabales de la estructura social de algún lugar del gran Buenos Aires, caminan cual si estuvieran en una pasarela. Una de ellas tiene los pechos redondos al descubierto, y su mirada,- que quiere ser ogullosa y tiene la alegría de quien la percibe efímera-, arrincona, sin poder extinguirlas, a las marcas que ha dejado la batalla cotidiana por mantener en alto esa pequeña gran bandera de la extrema diferencia, desde los fondos. Continúo entregando las estampitas, y quizás  en medio de la algarabía y apenas por un instante, imagino que,la metáfora simple de ese dibujito , dice algo que todos sabemos en términos lógicos: si en la tirada de dados de la vida te tocó llevar una condición que en ese momento es fuertemente estigmatizada, se puede optar por la invisibilización o por dar la  pelea. Aquí es casi irremediable la visibilidad, y entonces la pelea se impone aun en los momentos de absoluta desprotección. La lucha, así, no es un eufemismo. No se transita gratis. Y la furia, el "odio santo de los oprimidos", se levanta, por supuesto, sobre la alegría del combate cotidiano, pero también se ilumina con las banderas de quienes cayeron en él.

LR