jueves, 26 de marzo de 2009

"POR EL ENCANTAMIENTO DE LOS APUNTES" Muestra de arte-clase, el martes 31 de marzo de 17 a 19 hs.l aula 512 de Sociología, M T de Alvear 2230

¿Qué hacemos con los apuntes? ¿Hay que hacer algo con los apuntes o en verdad no suponen un problema en el marco de otros muy significativos? ¿Y si tienen algo de problemático?, ¿de qué se trata efectivamente ese problema?, ¿Simplemente los demonizamos, para estar a tono con la indignación frente a lo vulgar, pre-sesentista, retórica e individualista, abierta en algunas zonas de la cultura?
Las preguntas se habilitan porque efectivamente, sobre todo en las universidades masivas como la UBA (que poseen de cinco a diez veces menos presupuesto que otras similares de Brasil y México, por ejemplo) las bibliotecas están debilitadas y en desventaja ostentosa frente a las latinoamericanas mencionadas. En este contexto, la utilización de los apuntes, está relacionada con la cantidad de estudiantes, cuestión que hace por lo menos problemática la consulta simultánea en biblioteca de selecciones de diez textos diferentes para trescientos o más estudiantes. Concretamente los llamados apuntes consisten en selecciones de fragmentos de textos, en la mayoría de los casos fotocopiados, que componen a criterio de una cátedra, cuestiones relevantes para el desarrollo de un programa de estudios. De esta tarea se encargan las secretarías de publicaciones de los centros de estudiantes y comercios privados.

La masividad en la universidad no es incompatible con la calidad educativa, aunque el sentido común argumentado y promovido por los especialistas en educación que construyeron los programas del Banco Mundial, sostenga lo contrario. Claro que la masividad, más presupuesto exigüo y ausencia de políticas universitarias, arman un mapa preocupante y en el caso de una universidad con historia como la UBA, decadente. La masividad, aún en este contexto, no impide el uso del libro, como mostramos desde esta cátedra de Sociología General, en la que nos valemos de libros clásicos de la teoría social (Las reglas del método sociológico, El Suicidio, La ética protestante y el espíritu del capitalismo. La lucha de clases en Francia y La guerra civil en Francia) y de, por lo menos tres obras más de autores contemporáneos. Promovemos la relación con el libro, ubicándolo en la biblioteca si estuviere, en la red, o comprándolo. No me valdré del recurso retórico rápido de promover el robo de libros que el patetismo pequeño burgués identifica como transgresión. A nuestros amigos libreros les compramos los libros. Y si alguien quiere trasgredir en serio, que vaya y robe un banco.

No obstante, además de los libros, utilizamos también el recurso de los apuntes porque en la situación en la que estamos, los consideramos una herramienta pertinente que contribuye a nuestros objetivos de formación. Pero lo que resulta evidente para cualquiera, es que el objeto real, si hay algo que no posee- para decirlo de una manera contundente y clara-, es encanto. Por lo tanto nuestra propuesta es encantar los apuntes y para eso invitamos a artistas visuales a hacer obras que acompañen el cuadernillo “La construcción del objeto”, de nuestra cátedra Sociología General. Con los mínimos elementos (blanco y negro en papel A4) los artistas Diego Bugallo, Mariana Cerviño, Nadia Finck, Syd Krochmanly, Fernanda Laguna, Diego Melero, Pomarola Talk, Jorge Porcel de Peralta, Gustavo Rios, Lucas Rozenmacher y Mariela Scafatti, construirán cada uno, una obra que será reproducida separando los distintos artículos del cuadernillo. Además, en la clase teórica de la cátedra Sociología general, del martes 31 de marzo de 17 a 19hs, en el aula 512 de Marcelo T de Alvear 2230 esas obras serán serigrafiadas y se pegarán 800 copias en las puertas, ventanas y paredes del aula. Será algo así como una clase- muestra que se llamará “Por el encantamiento de los apuntes”, de la que participarán todos los artistas. Al finalizar la muestra las reproducciones serigrafiadas de las obras estarán a disposición de todos.

Este hecho artístico con voluntad de reencantamiento y de reconstitución de lazos en el mundo cultural, puede ser también una mínima expresión de la necesaria y significativa lucha político cultural por reencontrar a la UBA en su implicación productiva con diferentes zonas de la ciencia y la cultura, y por lo tanto, con la fortaleza simbólica que le posibilite abordar las grandes cuestiones de la sociedad argentina.
Lucas Rubinich





domingo, 15 de marzo de 2009

sábado, 7 de marzo de 2009

Muestra "Sos un sueño", de Mariela Scafati. Miércoles 11 de marzo 19 hs.Galería Daniel Abate, en Pasaje Bollini 2170

Mariela es amiga de Sociocontraataca, Nos ha cedido una obra para la muestra "Por el encantamiento de los apuntes" que haremos desde la cátedra Sociología General y en los próximos meses realizará una intervención en nuestra facultad empapelando un aula. Ahora queremos estar todos en su muestra de galería Abate donde además toca Dj "Orquesta Roja"
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Enjuiciar es convertir en atributo del otro lo que es en realidad mi reacción emocional hacia él. (N. Levy).
Por ejemplo…si me gustás mucho y nunca había conocido alguien así podría decir…Sos un sueño.
I. Haber visto cómo Mariela tiene organizada su casa- taller me hizo reflexionar sobre algunos temas acerca de su obra. Punto uno y único: En la casa de Mariela no hay distancia para ver: casi no hay perspectiva. Uno al entrar es devorado por el espacio hasta convertirse en algo bidimensional: parte de un cuadro. Todo está bajo el registro de la realidad plana de la pintura. Y bueno…ella es pintora así que hay que hacerse pintura. Alguna vez…hace muchos años Leonardo Da Vinci y colegas flashearon con la perspectiva. Por esas épocas descubrieron la pólvora de la realidad. Este espacio (Scafati) me revela otra realidad como si todo me estuviera diciendo al oído: acá la realidad es plana. Y es tan convincente la sensación, que uno podría llegar a creer que hasta la tierra es plana. Pero no quiero que piensen que soy exagerada y que me dejo llevar por términos poéticos. Si no sólo contéstense esta pregunta: ¿Cómo Mariela puede pintar un cuadro de 3m (alto) x 7,5m (Largo) en una habitación que mide 4 x 3,5 x 3 y que aparte en el mismo espacio hay entre otras cosas: un sillón de tres cuerpos, ¡tres mesas!, tres sillas, varias lámparas, una computadora, dos equipo de música, una biblioteca con libros, dos banquitos, un puff, una escalerita, varias cajas con elementos de serigrafía, una bicicleta, un tablón donde tiene exhibidos nueve pequeñas pinturas sobre terciopelo, y para el colmo está trabajando en otro cuadro de 2m x 3m? ¿¿¿¿¿¿¿Eh?????? A mí se me ocurre una respuesta y es: Solo pintando desde adentro del cuadro. Poniendo textualmente al observador en el punto de vista. Este efecto de planitud se lo puede ver en las rayas de sus cuadros. La vertical (y), la horizontal (x) y la unión de ambas (z) no nos llevan a ningún horizonte de playa lejana. Estas coordenadas traen a la playa hasta el mismísimo pasaje Bollini. Y en el mismo lugar se fusionan las dos realidades. Horizonte de playa - Galería. Lo imposible se hace real a través del aplanamiento. Traer lo que está lejos acá cerca. Una de las actividades a la que más nos dedicamos.
II. Ella a veces trabaja mucho falsificándose a si misma. Creando unas obras que parecen de utilería, de segunda. De pintura rápida y tomados de otros cuadros que aparentemente serían los verdaderos. Eso también crea aplanamiento. Lo falso es chato, carece de profundidad. Como los sueños, que son una especie de farsa de la realidad, a los que se los ha exiliado de la vida. Como si los sueños no fueran vida vivida también. Como si lo falso no tuviera materia y peso. Por eso también a lo falso se lo llama liviano. Mariela le devuelve su lugar a lo falso sin tener que convencer a nadie de que es verdadero porque lo falso es verdadero. Y muchas veces lo falso-copiado nos provoca más satisfacción que lo original. Oscar Wilde dice que la naturaleza imita al arte y que es una mala copia de una buena obra de arte. Pero que la naturaleza mejora en contacto con el arte. Pero original y copia no son más que diferentes formas de aplicar la perspectiva. Diferente lugares dónde situar el punto de vista.
III. Todo esto no es la obra de Mariela Scafati es simplemente lo que yo siento y elaboro frente a ella. No hay necesidad que su obra sea así, porque lo que yo siento tiene una existencia real dentro mío.
Fernanda Laguna

viernes, 6 de marzo de 2009

Otra oportunidad desperdiciada, por Hernán Vanoli. Sobre la película "Gaby La montonera", de César D'angiolillo, 2008



El verano en Buenos Aires tiene un raro encanto de calles vacías, menos colas en el banco o los supermercados, burócratas con buena onda porque acaban de volver o les falta poco para irse a la costa y la tranquilidad de andar en bicicleta por Avenida San Martín sin quedar enganchado en las ruedas de un 109. En un punto, enero en Buenos Aires materializa la fantasía del porteño sobre la vida en una capital de provincia: birra fría en la terraza, siesta al son del turbo y sentirse el personaje secundario de una película uruguaya donde en algún momento hay un perro que duerme en la calle y un hincha de Danubio que fuma porro en el baño de una pizzería decadente. Es imposible ganarle la batalla al verano. Una de esas tardes de calor, un domingo, tuve la idea de ir al MALBA a ver Gaby la montonera. A los diez minutos de película entendí que estaba pasando algo similar, aunque de signo absolutamente inverso, a lo que sucedió una tarde de sábado allá por 1993 en el cine Rivera Indarte de Flores. Mi padre nos había llevado a mi hermano, que tendría once años, y a mí, que tendría trece, a ver Tango Feroz. En ese momento, lo único que entendí fue que en la parte donde Tanguito se cogía a Ceci Dopazo en la terraza después de haber defeccionado en una manifestación, todo el cine, que tenía un sector pullman y todavía no estaba dividido en salas, explotó como la barra de Argentinos frente a un gol de media cancha de Ortigoza. Fue un momento enorme. Varios años más tarde, en la facultad, hablé de Tango Feroz como la película que prepara ideológicamente el repliegue de la franja politizada de las clases medias urbanas durante el menemismo, construyendo la figura de un rebelde marginal y vagabundo que termina de modo trágico porque “no se vendió” y canta que el amor es más fuerte. Un tipo sensible, un flaneur. Esta imagen de la rebeldía está absolutamente concatenada con el repliegue en los consumos que cimentó la cultura libidinal del neoliberalismo triunfante: Tango Feroz habilita que a Menem no se le reclame la revolución productiva, entre otras cosas. En mi medio social, la película tuvo más fuerza que cualquier libro de Fukuyama. Pero volvamos al MALBA. Rew. Tras viajar los setenta minutos que me separan de esa versión sexualmente confundida y llena de aluminio del Jockey Club, estaba sentado en segunda fila y entendí, de una forma oscura, que Gaby la montonera venía a cerrar el ciclo de la reivindicación lastimosa de los derechos humanos por parte de una generación derrotada y sin propuestas de actualización doctrinaria. La diferencia, notable, era que Tango Feroz fue un fenómeno masivo, y Gaby la montonera reunía sólo a una extraña paleta de vecinos de Palermo y Barrio Parque, estudiantes de humanidades educados en colegios de elite y morbosos de diverso signo. Mientras pensaba en eso, masticaba caramelos comprados a precio quiosco, empezando a morirme de frío en esas butacas cómodamente refrigeradas por el aire acondicionado más potente de la Capital Federal. Ráfagas heladas que me hacían pensar en el viento de la Villa Gesell enredando la crenchas rubias claro claro ceniza de mi vieja, que toma sol con un cocker atado a la reposera.Ahora, retrocedamos un poquito más. Mientras hacíamos la fila para entrar, le dije a Popi dos cosas: primero, esta película va a parecerme ideológicamente pobre, y segundo, voy a enamorarme perdidamente de Julieta Díaz. Las profecías no siempre se autocumplen: solamente acerté con la primera. El problema de Gaby la montonera no es sólo que se trata de una película aburrida que gira en el vacío del discurso lacrimógeno y paralizante sobre los setentas, una mala reescritura del Nunca Más digamos, ni que muestre a una Arrostito inexpresiva y bastante descerebrada. Tampoco que genere una fantasía de que ser montonero era romántico y copado, porque no llega ni a eso.Nada de nada: la película no cuestiona el mito de los militantes idiotas útiles cínicamente manipulados por sus líderes perversos (bastante igual al mito de los pobres cínicamente manipulados por los punteros peronistas en la idea del clientelismo sostenida por las ONGs de la eficiencia y la progresía liberal), sino que más bien lo refuerza. No se entiende cómo llegó Normita a ser una de las primeras de la orga. En realidad, los montoneros no son mostrados como una orga. Eso a pesar de que no está mal ser organizado, ¿no? Los terratenientes que cortan rutas se organizan, y los montoneros también se organizaban. Aunque los del campo son más inteligentes y democráticos, obvio. Son “laburantes”. Gaby la montonera mecha “reconstrucciones de época” con testimonios de gente que estuvo presa en la ESMA. Como si la “libertad” de ficcionalizar tuviera que ser refrendada por la “verdad” del dolor filmado para las vitrinas del museo y el “saber” de dos o tres especialistas en setentismo para principiantes. Es difícil pensar en algo más lamentablemente progresista que eso. Aunque las reconstrucciones son aceptables técnicamente, se mueven dentro del medio pelo del género y carecen de función adentro de la película. De pronto, pintó ficcionalizar el secuestro a Aramburu y lo hacen, aunque Fernando Abal Medina se parece a más un adolescente que no sabe qué hacer con su pito y por eso fusila a “un general de la nación” que a un militante convencido (humanizándolo de forma superficial, se le quita dimensión a la tragedia). Por suerte la Gaby lo consuela, maternal aunque nunca quiso tener hijos.Los testimonios son emotivos. Demasiado emotivos. Me trago el sapo otra vez, el discurso me parece lastimoso pero esta gente por lo menos creía en algo más que en el arte y los happy hours con amigos, o por lo menos dice eso. La casi única virtud de la película, no deseada, es que uno se da cuenta de que hay tipos que estaban metidos en las celdas comunes y tenían que bancarse la atención preferencial que tenía la Gaby ahí adentro en la ESMA, y que a pesar de todo la siguen revindicando y hablando de ella como si hubiera sido una santa, mientras que, bien leída, la onda que se sugiere es que ahí adentro ella transa un poco con los milicos. Por todo esto, Gaby la montonera no es sólo una película. También es un catálogo de las limitaciones de una generación y de una formación intelectual para renovar el imaginario político y emotivo del nacionalismo popular. Sinceramente, hubiera preferido una Gaby resentida, un poco titubeante pero fálica y tirana, trepadora y quilombera. Si el género “da para cualquier cosa porque ya relevante en la serie política”, como dice la derecha literaria, hagamos la prueba, faltémosle un poquito el respeto a los bienpensantes culturalmente derrotados. Con amor, como hace Bruzzone en Los Topos. Había recursos y un gran personaje, buenas intenciones, tal vez faltó encontrar la historia. O no hubo presupuesto, no importa. El problema, entonces, no es que en esta película Gaby no pueda enamorar a nadie, ni las flojeras múltiples. El problema es la oportunidad desperdiciada.Al final de la película, Julieta Díaz (haciendo de Julieta Díaz, no de Gaby) aparece en los jardines de la entrada a la ESMA, abrazada con una señora que estuvo secuestrada ahí y con las hijas de esa señora. Sentí vergüenza ajena y nos fuimos antes de que encendieran las luces. Afuera hacía mucho calor.