domingo, 6 de marzo de 2016

"La rebeldía no nace de un repollo"


Imágen: "Florcitas" Pomarola Talk 2016
La producción de nociones de rebeldía juvenil en los sesenta[1]
Lucas Rubinich



I

Durante la llamada década de los años sesenta (que flexiblemente puede incluir los ultimos años de los cincuentas y los primeros de los setentas) se manifiesta un complejo proceso que se fue incubando en momentos anteriores y que puso en la escena al actor juvenil como un sujeto portador y promotor de un espíritu de cambios. Aunque este fenómeno se extendió a distintas zonas de la sociedad, en términos simbólicos, los referentes fundamentales de esta asociación entre cambio y juventud fueron franjas de las generaciones jóvenes de distintas zonas del campo cultural que en el caso de América Latina, también participaron y de algún modo se convirtieron en constructores o dinamizadores de zonas heterodoxas dentro del campo político. Estas diversas experiencias le dieron una fuerza muy particular a una noción de juventud ligada al inconformismo y la contestación con elementos de extrema radicalidad, que se convirtió en predominante, sin lugar a dudas, en tanto relato y en tanto formas icónicas incorporadas a un nuevo momento de la cultura occidental,

La pregunta a contestar es porqué esas nociones de juventud que cuestionaban el orden adquirieron tanta legitimidad en la lógica de ese mismo orden, no solo en el momento en que se desprendieron de los movimientos sociales concretos que podían amenazar ese orden, sino también en esos mismo momentos en los que desplegaban su capacidad de contestación? Se ha escrito mucho sobre la capacidad de algunas formas dinámicas del capitalismo moderno para apropiarse y resignificar experiencias que nacieron como alternativas y  transformarlas en formas dinámicas de la cultura dominante. La sospecha de que pueda resultar, sino vano, redundante, insistir en esa dimensión en términos generales, habilita el intento de dar cuenta de algunos aspectos de los muchos que permitieron darle tanta visibilidad y reconocimiento a esa noción de juventud contestataria, antes de que se transforme en íconos expresión de un momento cultural pasado. A la vez quizás también resulte pertinente intentar un par de hipótesis sobre la particular complejidad de esa fetichización en la Argentina.

II

Dos elementos significativos aunque seguramente existen muchos otros, para intentar dar cuenta de este fenómeno, son la revolución cubana y en, paralelo, un complejo proceso de modernización de costumbres del mundo urbano occidental en el marco de transformaciones económicas y científico-tecnológicas. Por un lado los jóvenes empuñando un arma en el tipo de experiencia más radical de la contestación a un orden que en este caso adquiere, bajo la amplia bandera de la lucha por la libertad, una gran legitimación a nivel internacional. Por otro lado,  los jóvenes como actor principal de ese proceso complejo que incluyen cambios estéticos significativos en las formas de lo que el sociólogo Goffman llama la presentación de la persona; movimientos artísticos que emulan en su radicalidad a las vanguardias de los años veintes; y,  en el marco de una extensión extraordinaria de los medios de comunicación de masas, un movimiento de mundialización de nuevas formas de la música popular que reafirman y también son productores de estas transformaciones estéticas,

 La revolución cubana porque supuso la participación de jóvenes audaces en una acción de cambio que llamaba a tomar el toro por las astas. Esta experiencia exitosa que implicó el mayor grado de contestación que es el de alzarse en armas contra el orden establecido, logró una amplísima aceptación de los medios de comunicación de masas del mundo occidental en tanto se trataba de una lucha por la libertad. La lucha por la libertad  y la implicación directa de distintos países, con el consenso de los sectores dinámicos de grandes capitales del mundo occidental que se podría llamar opinión pública, tenía el antecedente inmediato de la lucha contra el facismo. Se había justificado la guerra, que se hacía más legítima conocida la experiencia del holocausto, aunque haya tenido costos extraordinarios, como los millones de muertos del pueblo soviético, o la adopción de procedimientos criminales como el uso de armas nucleares contra la población civil. La experiencia inmediata demostraba que la lucha por la libertad podía incluir la violencia, y por eso no es extraño que en las revistas prestigiosas de las grandes capitales pudiesen aparecer los jóvenes barbados de la Sierra Maestra, como en enero de 1959 ocurre con la revista Life  en cuya tapa aparece la foto de su comandante Fidel Castro en su momento de triunfo en La habana. Los diarios liberales de América Latina poblaron sus páginas con imágenes y crónicas de la experiencia de esos jóvenes. Relatos heroicos que se parecían más a las narraciones románticas  que alguna literatura y periodismo aliado habían construido sobre los maquis franceses, que a los inconmensurables sufrimientos del pueblo cuyo ejército liberó Berlín.

En este caso se trataba de jóvenes cultos que podían contar con la destreza de organizar y conducir un ejército rebelde y que poseían ideas y planes acerca de cómo gobernar un país. Un reportaje realizado por el New York Times a Castro en 1957, cuando ya había iniciado sus acciones guerrilleras, creaba condiciones de simpatías por lo jóvenes rebeldes que habilitaba unos años después, la vuelta al mundo de esa imagen del joven comandante, con una paloma blanca posada en su hombro durante todo el tiempo que llevó pronunciar su discurso inmediatamente de haber entrado en La Habana. El éxito legitimado de esa revolución creaba condiciones para divulgar el sentimiento humanístico muy cristiano del comandante triunfante en Santa Clara, el joven médico argentino apodado El Che. También permitía la relectura, como triunfo de las ideas previo al triunfo militar, del alegato de la autodefensa del joven licenciado en derecho Fidel Castro, cuando fue juzgado en 1953 por la toma el cuartel Moncada y pronunció la frase final “la historia me absolverá” confirmadora de la asociación juventud-ideales superiores.

Jóvenes audaces, informales, con sensibilidad humanística, cultos, e imaginativos, y, sobre todo, capaces de gobernar, conmueven y pasan a formar parte del sentido común de época. No solo no asustan a las jóvenes esposas de clases medias modernas y dinámicas de N York, Chicago, San Pablo, o Buenos Aires, sino que, por el contrario pueden convertirlos en sus héroes románticos, cual el de algún folletín oriental, aunque con un exotismo atenuado por el presente, por alguna vecindad geográfica y cultural y por la piel blanca. Quizás esta capacidad de seducción sea solo circunstancial producto del dinamismo de los medios de comunicación y su inclusión en las luchas políticas. No obstante, en ese momento, estos jóvenes emprendedores pueden, sin lugar a dudas, ser percibidos como más cercanos al modelo de aventurero inteligente americano, audaz y propositivo, que  el héroe trágico de la película de Elia kazán On the waterfront , interpretada por Marlon Brando y; por supuesto, es un modelo  superador de la decadencia moral del “Rebelde sin causa” , la pelicula de 1955  que hizo de James Dean un símbolo de la época. Hollywood se reafirmaba en la posguerra como un  poderoso productor de visiones del mundo y sus ideas de juventud se manifestaban, o bien en los jóvenes integrados  exitosos de un mundo que se modernizaba, o bien, en el caso de los rebeldes,  en los héroes trágicos citados que lograban fuertes empatías con sectores dinámicos del mundo cultural, quizás porque renegaban de, o simplemente no se plegaban a, la nueva fiebre del consumo. Los rebeldes en fin, no podían no ser héroes trágicos. Ellos solos emprenderían una lucha individual, conciente o inconciente, que culminaría en derrota contra un estilo de vida que los excluía, o, desesperados,  se largarían a los caminos como Jack Kerouac tratando de encontrar un sentido a la vida que no era posible de ser hallado en el mundo convencional de una sociedad que se transformaba arrolladoramente y que colocaba al ciudadano consumidor en el centro de la escena.

La imagen de los jóvenes rebeldes cubanos, por el contrario, a la par que podían encontrar alguna empatía en esas zona de rebeldías nihilistas por su aventurerismo y audacia, seguramente también la provocaba en mundos más convencionales en los que esa épica, con el antecedente inmediato de la lucha contra el facismo, posibilitaba sin demasiado esfuerzo la asociación entre la Sierra Maestra e Iwo Jima.

 Claro que esta situación de afinidades electivas entre esas zonas convencionales del mundo urbano moderno y los jóvenes cubanos, llegará a su fin cuando aparezca la alianza con el comunismo soviético, pero la experiencia de ese ideal de juventud marcará a las generaciones más jóvenes que habían podido acceder a esa experiencia como se accede a una película famosa de Hollywood. Y quedará entonces como un potente elemento de la cultura de época ligado a la noción de juventud rebelde que se incorporará de distintas maneras a franjas de las generaciones inmediatamente posteriores y con una fuerza particular en la juventud del campo cultural latinoamericano.

Estados Unidos consolidando su liderazgo de postguerra, en el marco de la competencia de la guerra fría, se transformará en una potencia dinamizadora  de un complejo proceso político, socioeconómico y cultural, en el que producirán cambios arrolladores producto de la implementación de recursos científico tecnológicos que influenciarán los estilos de vida de modernas franjas de población urbana del mundo occidental. Con las variantes de cada caso, tanto en Europa como en América Latina, las universidades duplican o triplican su población de estudiantes, los niveles secundarios se masifican, la información llega casi inmediatamente a las salas de los hogares urbanos de las nuevas clases medias, cuyos miembros acceden a recursos de confort inimaginables para sus padres.En los EEUU, en los estados sureños se producen los últimos linchamientos de personas negras y, de a poco y no sin conflictos y bajas de líderes significativos, se abandona jurídicamente  la segregación Una alta tasa de empleo y una estrategia económica en la que el ciudadano común en tanto consumidor se convierte en un recurso fundamental para su reproducción y crecimiento, hacen que una idea de bienestar asociado un par de décadas atrás a sectores medios altos de la sociedad, pueda realizarse en poblaciones urbanas hijos de campesinos, de obreros no calificados y también en obreros de las industrias modernas de la época.

Y  es esta misma situación la que despierta legítimas ambiciones empresariales creando multiplicidad de objetos de consumo desarrollados en base a nuevas tecnologías que serán masivos y afectarán, por ejemplo, el modo de vestir, el diseño de los automóviles y de los hogares. La masividad de este mercado de recién llegados con afán de consumo de elementos a bajo costo como parte de una épica de la integración, incentivará la imaginación de ingenieros, publicistas y diseñadores, habilitándolos sin inhibiciones, y con la aspiración de conquistar otras franjas de ese mercado, a experimentar tanto con formas y colores como con la misma invención o mejoramiento técnico. La innovación científica transformada en objeto de consumo de grandes masas de población moderna producirá la píldora anticonceptiva, que provocará una verdadera revolución en las costumbres, en principio de sectores dinámicos de las grandes ciudades, posibilitando hacer explícita y práctica la separación entre el placer sexual y la reproducción.

La disputa de la guerra fría hará de EE UU un activo implementador de políticas culturales modernizadoras en su propio territorio y también en Europa y América Latina. Se incentivará un estilo de arte que confronte con el llamado realismo socialista, entonces experiencias como las de Pollock y las de Kaprow en artes visuales, las de John Cage y las formas experimentales del freejazz, se incorporarán como parte de una nueva identidad norteamericana ligada al arte experimental. Becas y subsidios de las grandes fundaciones norteamericanos para distintos agentes culturales del mundo no soviético, cubrirán distintas zonas del arte y la cultura, y también, muy particularmente, estas zonas dinámicas valorizadas por la confrontación que necesita asociar este modelo a libertad artística y científica.

La gran habilitación, que se hace experiencia en las nuevas generaciones, en relación a la libertad de elección en un mercado poblado de objetos de consumo, a la mayor libertad sexual que promueve el uso de la píldora, y a la reivindicación de la experimentación artística, todo esto asociado a su realización en un sistema democrático republicano como espacio de concreción del ideal de libertad, encontrará límites, por supuesto culturales, pero también políticos La habilitación de este ideal democrático para las nuevas generaciones que apuestan por cumplirlo y profundizarlo, confrontará con límites que reforzarán la rebeldía: en EEUU los del racismo y la violencia estatal y paraestatal y la decisión  del estado por la implicación en Vietnam; en Europa, las formas institucionales y culturales arcaicas; y en América Latina, la imposibilidad de implementar un modelo modernizador desarrollista en el marco de un sistema democrático.

Si como afirma Pierre Bourdieu, “Muchos de los conflictos entre generaciones son conflictos entre sistemas de aspiraciones construidos en edades diferentes”, la disonancia entre sistemas de aspiraciones que produce un cambio de estas dimensiones es abismal en términos culturales. Si esta distancia abismal ya permite imaginar situaciones de fuerte conflictividad, no solo por una necesidad de diferenciación, la necesidad de ser otro, común en las luchas generacionales, sino porque la reafirmación de la identidad rebelde supone la realización de ideales de libertad recibidos, a ella deben agregarsele los límites estructurales de la visiones políticas predominantes. Estas visiones en tanto formas concretas de realización política y económica de distintos sectores dominantes con influencia fuerte y  a veces directa del  estado norteamericano, no  permiten procesar los intentos estrictos de realizar esas aspiraciones, que suponen crecientes grados de participación de grandes masas de población educada y con expectativas crecientes, paradojicamente ellas mismas promovidas por ese clima modernizador democrático ligado a las visiones predominantes. Los jóvenes como sujetos de cambios en las relaciones sexuales, en el cuestionamiento de las jerarquías de instituciones tradicionales valiéndose de otros comportamientos, portadores de otras maneras de vestir, de nombrar, de organizar su propia vida; como agentes de la experimentación artística, encontrando, no sin conflictos, alguna que otra forma de reconocimiento. Y también, los jóvenes como sujetos de acción política en América Latina, como parte de un enfrentamiento más radicalizado  que adquirirá, a través de la respuesta de los terrorismos de estado, formas dramáticas.

La necesidad de confrontación con un orden anterior, de actualización de la rebeldía, que se armaba desde el alto piso de radicalización en el que confluían la violencia legitimada como herramienta de cambio y la modernización cultural desarrollista, al encontrarse frente a ordenes políticos negadores de libertades mínimas, tomaría la forma contundente de asociación entre juventud y contestación radical. Ese alto grado de habilitación previo hacia los cambios, había posibilitado que, en algunos casos-claramente en América Latina-, franjas dinámicas con potencialidad dirigencial de las generaciones jóvenes, conformaran verdaderas antielites con capacidad de organizar fuerzas realmente desestabilizadoras del orden político predominante

III

Claro, en los momentos de efervescencia social, como muy pertinentemente llama Durkheim a estas situaciones de intensidad social y cultural “esa vida más elevada es vivida con tal intensidad y de una manera tan exclusiva que casi ocupa todo el lugar de las conciencias, que desplaza más o menos completamente las preocupaciones egoístas y vulgares. Las ideas tienden entonces a no formar más que una sola cosa con lo real; por eso los hombres tienen la impresión de que están muy próximos los tiempos en que el ideal llegará a ser la realidad misma y en que el reino de Dios se realizará en esta tierra”. Pero el mismo Durkheim atiende en abstracto al fin de esos momentos afirmando que “la ilusión nunca es durable porque esta misma exaltación no puede durar: es demasiado agotadora. Una vez pasado el momento crítico, la trama social se relaja, el intercambio intelectual y sentimental disminuye, los individuos retornan a su nivel ordinario. Entonces, todo lo que se ha dicho, hecho, pensado y sentido durante el período de tormenta fecunda no sobrevive ya sino en forma de recuerdo, de recuerdo prestigioso, sin duda, lo mismo que la realidad que evoca, pero con la cual ha dejado de confundirse.” Algo así ocurrió con las rebeldías de los años sesenta en América latina. Claro que sería pertinente definir cuales fueron las condiciones que dieron como resultado que se haya extinguido el momento crítico. En toda América Latina, dadas las características de algunas de las formas políticas que encarnaban ese momento crítico, la respuesta de los sectores de poder económico y la potencia predominante en la región, se valieron de los ejércitos nacionales coordinados para entablar una guerra de exterminio contra las fuerzas llamadas insurgentes. La manera en que se desató esa guerra comandada por oficiales de los países periféricos formados en la Escuela de las Américas y en algunos casos con asesoramientos de expertos franceses en la guerra de Argelia, suponía la caracterización como combatientes enemigos a los distintos niveles de lo que consideraban esa fuerza enemiga y que trascendía en mucho a los combatientes armados. En verdad, como los ejércitos invasores actúan en la actualidad: un dirigente estudiantil de escuela media, un maestro, un delegado sindical, sus familiuas, en fin, todas las formas de expresión política y cultural ligados a la fuerza política considerada insiurgente serían tratados como combatientes enemigos y los procedimientos de una guerra en la que la inteligencia es central, se valdría de la tortura a los militantes y eventualmente a miembros de su familia para la obtención de información.

El resultado de esto, es que el momento crítico no se extingue naturalmente por la burocratización de un proceso triunfante, sino que es violentamente reprimido porque algunas de las fuerzas que lo encarnaban habían logrado una relativa capacidad política y militar.

La gran paradoja es que en argentina se produce una condena con gran legitimidad a la represión estatal de la dictadura que tuvo repercusión internacional. Y esa condena hace que los movimientos culturales que formaban parte del proceso general derrotado sean reivindicados con mucha fuerza en la fundación democrática Hay un clima promovido por el establishment internacional que se transfiere a la llamada opinión pública, que implícitamente y bajo distintas formas ambiguas, avala la necesdidad de derrotar a las fuerzasd insurgentes. La revalorización del sistema democrático republicano liberal se funda, en realidad, sobre esa derrota. Sin embargo, los procedimientos utilizados en esa lucha por las fuerzas estatales serán condenados por distintos sectores culturales relavantes y quizás eso no influya en políticas concretas, salvo en el caso de Argentina. Este país con un amplísima franja de sectores medios educados por un sistema educativo público que en los setenta ya llevaba casi ochenta años de extensión por todo el territorio nacional y con una economía inestable, pero que había posibilitado con vaivenes, transformar a esa sociedad en una sociedad integrada de movilidad social ascendente, con bajas tasas de desempleo y consumos modernos, necesitaba para fundar la democracia liberal un resarcimiento, luego de que los organismos de DDHH habían logrado imponer en el mundo que las acciones del estado contra los revolucionarios civiles merecía la caracterización de Terrorismo de Estado.

La lucha de las madres de Plaza de Mayo, de las Abuelas de Plaza de Mayo y el premio Nobel al luchador cristiano Adolfo Pérez Esquivel, fueron fundamentales en imponer esa carcaterización en el mundo europeo y a partir de eso en la propia sociedad nacional. Las madres, las abuelas, Pérez Esquivel, eran en su gran mayoría personas de clase media educadas por ese sistema educativo extendido y además etnicamente europeos blancos. Las distintas tribunas de europeos cultos contemplaban conmovidos los relatos de esas personas demasiado iguales que les contaban el sufrimiento de sus jóvenes y que además les recordaban que entre esas víctimas de sufrimiento había, aunque mínimamente- pero relevantes en términos simbólido políticos- ciudadanos europeos. La legitimidad obtenida por estos luchadores argentinos de DDHH fue extraordinaria. Y es probable que exista una relación entre esa extraordinaria legitimidad y el acto jurídico excepcional de la naciente democracia argentina que fue el Juicio a las juntas militares. Que los líderes de la victoria contra las fuerzas revolucionarias civiles derrotadas sean llevados al banquillo de los acusados y condenados es sin lugar a dudas una excepcionalidad. Cómo dijo, con voz de discurso a la tropa, uno de los jefes militares condenados en ocasión del juicio: “Hemos obtenido la victoria militar y fuimos derrotado en la guerra psicológica”.

Las rebeldías juveniles de los años sesenta y setenta en América Latina tuvieron una extreordinaria productividad en el campo cultural en distintas zonas del arte, en el pensamiento social, en formas experimentales de pensar la salud, la educación, etc. Y esa productividad estaba estrechamente relacionada a la habilitación fuerte a desafiar todos los ordenes que se amparaba a su vez en que distintas antielites surgidas de ese clima de época estaban dispuestas a desafiar el orden político de la manera más radical que es con las armas en la mano.

Debido a la manera en que se produce el “apaciguamiento” del momento crítico, hay un desligamiento de las experiencias rebeldes del campo cultural, de las experiencias más radicalizadas de la política que de modo más o menos indirecto las alentaron, no porque hiubiera alientos concretos de parte de un grupo, sino porque las acciones de los revolucionarios civiles contra el orden, habilitaban a pensar y actuar más radicalmente contra ese orden en sus distintas dimensiones. La democracia no puede fundarse si no es sobre una doble demonización, de las juntas militares y las cúpulas guerrilleras. Por esto es que se produce la separación de los objetos producidos en ese proceso de radicalización, del proceso de radicalización que los produjo.

Y es así entonces, que el mundo cultural en general y la indusria cultural en particular, pueden incorporar diversos elementos de esos procesos de rebeldía derrotados, y rerivindicarlos como experiencias culturales dignas de ser prestigiadas construyendo la idea que esa derrota es solo de unas cúpulas guerrilleras y que los objetos culturales producidos en ese momento son parte de una rebeldía juvenil víctima de la situación. Así hay una manera de reinventar los aspectos visibles, si se quiere más superficiales de ese momento. Para revivificar aspectos de ese momento crítico, están, como sostiene Durkheim,(imaginando un proceso que no supone la derrota del momento crítico), “las fiestas, las ceremonias públicas, religiosas y laicas, las predicaciones de toda clase, las de la Iglesia o las de las escuelas, las representaciones dramáticas, las manifestaciones artísticas, en una palabra, todo lo que puede aproximar a los hombres y hacerlos comulgar en una misma vida intelectual y  moral. Son como renacimientos parciales y debilitados de la efervescencia de las épocas creadoras. Pero todos estos medios no tienen más que  una acción fugaz o limitada. Durante un tiempo, el ideal recobra la frescura y la vida de la actualidad se acerca de nuevo a lo real, pero no tarda en diferenciarse de él nuevamente”

Los renacimientos parciales ocurrida esa derrota se distancian de lo real con mayor contundencia. Hoy, como se ha dicho,  no se puede mirar a estas formas culturales, desprendidas de los movimientos sociales y culturales de los que formaron parte, sino como fetiches nostálgicos, como discursos residuales sin carnadura social, como retórica superficial que acompañan prácticas disonantes con el espíritu que las construyó. Porque es así: solos, desprendidos del proceso social que los produjo son apenas fetiches. Pero es verdad también que hay algunas prácticas sociales, algunas maneras de relacionarse, si se quiere también, algunas maneras de combinar palabras, formas y colores que formaban parte de las banderas rebeldes y eran estigmatizadas por el estatus quo, que pasaron a formar parte del piso naturalizado de sociedades contemporáneas. Los gestos que fueron más contestatarios y hoy son meros íconos como ocurre en las sociedades, acaso sigan siendo eso hasta desaparecer del horizonte cultural y convertirse en una mera página en la historia de tal o cual zona de la cultura, o quizás, otros procesos de rebeldía puedan, en algún momento incierto, reinventarlos vitalmente





[1] Una versión más corta de este artículo se publicó en Informe Escaleno N 4 Buenos Aires diciembre de 2012