sábado, 6 de junio de 2009

Yotiteretú: sobre el amor al arte y el inútil ataque de las brujas “colchoneras de Patio Bullrich”.

Fernanda Laguna y Mariela Scafatti estuvieron en el espacio de los colchones de Marta minujín y allí armaron una obra de títeres: las artistas estaban vestidas del color de los colchones: de blanco. Ellas eran las titiriteras, narraban y sus cuerpos vestidos de blanco se ostentaban dejando claro que quienes manejaban los hilos eran parte constitutiva de la escena y lo eran en el sentido más literal ya que la narradora omnisciente, por ejemplo, al prometer acciones, cada vez más sucesivas, hace que la titiritera se convierta de a poco en personaje abrumado por sostener los movimientos de sus mariposas, de sus plantas, de sus nubes y de sus pájaros. Pero también en otro momento ella es directamente un personaje junto a la narradora. Los tres o cuatro colchones apilados que armaban el escenario eran en su superficie un bosque y también a veces simplemente una cama. Las distintas escenas, cual una obra de cine mudo, eran anunciadas con un título que la narradora animadora, pegaba a un costado de los colchones frente al público que andaba descalzo y más o menos despatarrado por una platea que también era un amontonamiento de colchones. Los del público estábamos cómodos y contentos, quedaba claro para todos, para los artistas y para quienes éramos el público circunstancial de asistentes a ARTEBA que ese, era particularmente un espacio desinteresado, de puro placer. Desde los inicios de la modernidad para acá la autonomía artística tensionada por el mercado es un elemento constitutivo de la producción artística. Para los artistas hay diferentes formas de resolución de esa tensión. Ellas van desde la pura y simple adaptación a las corrientes predominantes en un momento histórico determinado, hasta el aislamiento. El arte contemporáneo en Argentina tiene, entre otras, una singularidad que es bueno destacar para este argumento: se mueve con producción amplia e imaginativa y un mundo de consumidores de arte extremadamente débil. Es entonces una tensión particular que no excluye las puertas a ciertas zonas posibles del mercado internacional.

Yotiteretú, con tranquilidad y relajo, armado con formas naif, en un marco de circulación fuerte de formas herederas de las vanguardias históricas y de la escenificación concreta en ARTEBA de un mercado más que débil, producía quizás más que otras obras una reivindicación clara de la autonomía del arte siempre amenazada por diferentes espacios ( uno central, el mercado-con las mencionadas particularidades de este mercado amenazador y necesario), una verdadera bandera potente y vital de reivindicación del arte por el arte. Pero claro, este hecho artístico tuvo algo de cuento de hadas, y como en todo cuento de hadas hay, por lo menos, alguna bruja mala. En este caso las brujas aparecieron como un chiste naif de manera patética en la trastienda y bajo la forma de una llamada telefónica. Las brujas eran ni más ni menos que las “Colchoneras de Patio Bullrich”, una especie local que circunstancialmente llegaron al mundo del arte proporcionando los materiales de la galería blanda, y que reprendieron a las artistas porque mientras se desarrollaba la función no permitieron la circulación por el stand.

Yotiteretú al fin, puede posibilitar que hablemos del capítulo XXVI del Quijote y de Maese Pedro armando su escenario a la vista de su público en una venta de la Mancha, quizás del distanciamiento brechtiano y entonces de la relación del objeto de ficción construido y eso que llamamos lo real. Es posible, pero creo que lo que más hace agradable a la experiencia y lo que le proporciona fuerza política, es esto de desplegarse como puro gesto de amor al arte en medio de una feria que expresa un débil mercado.

LR

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