viernes, 9 de abril de 2010

Retratos Sociales en Sociales (Tomas Espina)


Retratos Sociales en Sociales

Tomás Espina Nació en Buenos Aires en 1975, hijo de madre chilena y padre argentino, a través de una infancia muy viajada, propulsada por el exilio, vivió en México, después en Mozambique, hasta que su madre pudo reingresar a Chile donde falleció en 1989. Desde los 15 años reside en Argentina, primero en Unquillo, Córdoba, donde nació su hija. Luego en 1997 viajó a Buenos Aires para estudiar artes visuales en la Escuela Prilidiano Pueyrredón. Desde entonces, ésta se convirtió en la ciudad donde vive y trabaja como artista, y donde es reconocido por sus dibujos, pinturas, instalaciones y performances marcadas por explosiones y cicatrices de pólvora así como por ciertas imágenes de fuerte carga simbólica: un acto de represión callejera, una bandada de palomas tomando vuelo, una escena extraída de Brueghel o la inserción de su cuerpo desnudo en Sin pan y sin trabajo, de Ernesto de la Cárcova. La obra de Espina explora las relaciones entre la tradición, lo social, lo poético y lo político. En los últimos años se ha destacado como uno de los artistas sobresalientes de su generación, tras obtener el premio de la Fundación Banco Ciudad, el Petrobras a las Artes Visuales 2009, y por integrar con el video Van a Volar la colección de la Fundación Costantini, en el Malba.

A mediados de diciembre Espina, invitado por el Museo Spilimbergo, retornó al pueblo de su adolescencia con un objetivo ambicioso: retratar a sus habitantes. Durante el lapso de una semana recorrió las calles, los bares, los parques y los restaurantes de Unquillo. En esas andanzas se encontró con antiguos amigos, conocidos y personajes emblemáticos del pueblo. Como un retratista serial munido de carbonilla y un block de hojas A4, descerrajaba retratos al paso. Por las mañanas, Espina conversaba, bebía cerveza en los bares mientras capturaba la imagen de sus convidados de la avenida principal o visitaba viejos amigos con idéntico propósito. Allí aparecían los egresados del secundario, los funcionarios, los pintores, los pequeños comerciantes y vendedores ambulantes, las madres solteras y los changarines, camareras, bancarios, ex amantes y ex intendentes. Durante las tardes inmortalizaba a quienes se acercaban al museo y por las noches, a los comensales del Papaíto, el restaurante más oneroso del pueblo; a los timberos del bar Plaza o a los campeones de las bochas del “Tiky Tiky”. Ahí, por ejemplo, se entusiasmaron con ser modelos de artistas (con tal de seguir ingiriendo salame, queso y chancho frío) los tacheros, algunos laburantes a punto de jubilarse y otros ya rentistas, los kiosqueros y demás miembros de un tácito club de apostadores y sommeliers de damajuana.

A cierta hora, todo desembocaba en mutuas pullas y extrema admiración cuando Espina “los sacaba tal cual”, “un calco”: las risas, no exentas de emoción entre los representados, que se reconocían y reconocían, por primera vez, la posibilidad del reconocimiento en la mirada de los otros. El acto de dibujar fue así una técnica y un instrumento de investigación y acción que tejió una red de relaciones sociales, escenarios de interacción y formas de estar juntos. Los dibujos, de pronto performativos, motorizaron relaciones que en la secuencia normal de sus vidas eran inusuales para los retratados. Con el material quizá más primitivo del dibujo, la carbonilla, y ejerciendo el género burgués por excelencia, la rapidísima mano alzada de Espina hizo fluir ese convite desde el momento de la ejecución hasta la inauguración más húmeda que pueda esperar un artista incendiario.

En medio de la inundación y los truenos, 118 modelos llegaron para ver sus rostros colgados como piezas en un museo mientras algunos rezagados temían haber llegado tarde para ser eternos. Pero el proyecto de Espina contemplaba, sin embargo, una coda con cien modelos más.

Entonces, el museo se confundía con el taller. Las paredes de la segunda sala aguardaban vacías el arribo de futuras fisonomías. Allí también estaba la cama, la mesa y los materiales de trabajo utilizados por Espina, exhibición que, al tiempo de fungir de falso Spilimbergo, borroneaba el carácter museístico de la escena y le contagiaba vida común.

A la vez, una proyección de video –que puede verse por Internet- denunciaba el juego de cajas chinas: se trataba, sin confusión posible, de un espacio de arte contemporáneo, casi un destello de bienal. Desde la pantalla, el artista relataba largamente la historia oral de Unquillo y del propio museo. También el proceso de la obra estaba incluido allí, de manera que las derivas dipsómanas de retratista y retratados, las epifanías de la semejanza y el dibujo, se encadenaban con la fiesta misma que constituía el momento de la recepción. Cada uno y cada una esperaban con ansiedad el instante en que serían estrellas absolutas del rating de Unquillo.

Este proyecto fue en parte inspirado por la invitación que hizo Sociología Contraataca a Tomás Espina a la instalación performática de Syd Krochmalny en el cierre del Congreso Latinoamericano de Sociología (ALAS). La noche del 4 de septiembre de 2009, en el subsuelo de la Facultad Sociales en Marcelo T. de Alvear, Tomás Espina retrató a más de 40 participantes de La Mesa, el dispositivo de exhibición múltiple y reticular de investigaciones y proyectos sobre las formas sociales.

En esta ocasión, Sociologíacontraataca, decidió invitar a Tomás Espina para retratar a los alumnos, oyentes e invitados en la clase de Sociología General de Lucas Rubinich. La cita es para el martes 13 de abril desde las 17hs hasta las 19hs. Al final de la clase se exhibirán los retratos in situ. Creemos que de esta manera se autoproducirá el bucle que se inició en un sótano, se desarrolló en un pueblo y que reiniciará en una clase de teoría sociológica. A partir de un género burgués procesado por la carbonilla como material primitivo, instamos a la recreación de los lazos en la lúdica interacción de mirar y ser mirado: el reconocimiento de sí en la imagen del otro. Pues al trabajar sobre el acto de retratar y el acto de mirar el retrato, se provocará un descentramiento del retrato y del retratado. ¡Os esperamos!

Syd Krochmalny sociólogo y artista, es también el realizador del video sobre Retratos sociales que puede verse en cinco partes en YouTube.

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