MANIFIESTO CONTRA LA BARBARIE. Por la Universidad pública
Lucas
Rubinich*
No. No se trata solamente de una pelea por el
presupuesto. Más allá de una derrota que
avergonzará a los respresentantes del pueblo Que la posibilitaron, continúa
siendo una relevante batalla parcial que forma parte- y ojalá que resulte
ejemplificadora si se convierte en un productivo proceso generador de espacios
deliberativos- de la lucha global contra la barbarie. Contra lo que en el
presente se ha transformado en cultura predominante, la cultura del capital
financiero. No hay en esta visión del mundo, un ciudadano como lo piensa la
tradición liberal republicana, que es un ciudadano que se realiza si se realiza
la ciudad. Lo que se reivindica es el individuo pragmático que se mueve con dos
categorías básicas en su darwiniana la lucha por la vida: ganadores y
perdedores. En esa lucha no solo que no valen,
sino que se desprecian, el debate argumentativo, la
reflexividad, la vitalidad habilitadora de imaginación; y, por el contrario, en
las intervenciones en el espacio público se esgrime un economicismo vulgar
sostenido en una estética de talk sow televisivo. Un progresismo reaccionario amparado
en una teoría desocializada y deshistorizada que solo forma en destrezas y
habilidades técnicas, relegando entonces a un papel absolutamente secundario
los aspectos referidos a la responsabilidad en relación a la historia del
conocimiento y al papel público del profesional.
Ese es el capital de conocimiento de los ganadores,
aquellos que despliegan una estrategia egoísta en procura de la maximización
del lucro individual. Los que logran las posiciones más altas en una sociedad
ideal construida sobre cimientos de seres humanos aplastados y una base
subordinada y anómica, inhablitada de participar por estar sumida en violencia
interna que cuando desborda su territorio es reprimida por una zona activa del
estado: las fuerzas de seguridad. Ese modelo se puede autosustentar, como
sostiene Martha Nussbaum que ocurre en algunos estados de la India, con bases
analfabetas y elites presas de una
“codicia obtusa y de docilidad capacitada”
Para ello el programa político de esta perspectiva
requiere la eliminación de los obstáculos administrativos institucionales y
políticos que impidan el trazado de ese camino concebido como único, como
verdadero, hacia esa cercana sociedad ideal. Uno de esos obstáculos centrales
es el conjunto de instituciones de la educación pública y la universidad
pública en particular. Y no porque en la universidad pública que es plural y fuertemente
heterogénea no exista la presencia de esta mirada predominante. Existe en
cátedras concretas, que no son pocas. Pero,
sobre todo, en formas organizativas de lo académico y científico producto de
las transformaciones internacionales del mundo académico y científico, que, de
hecho, promoviendo un carrerismo individualista, inhiben la posibilidad del
diálogo comunitario e interdisciplinario y la relación vital con la propia
sociedad. Pero claro, ocurre, que este espacio plural, en el que existe una
práctica ciudadana en el gobierno universitario con participación de los
distintos claustros y una institución fundamental de la herencia reformista
como la libertad de cátedra, genera un extraordinario espacio potencial de
debate que irrita a este autoritarismo vulgar. Autoritarismo vulgar que, en
verdad, está recorriendo el mundo como un tenebroso fantasma portando las
banderas de la barbarie.
En Estados Unidos la filósofa Martha Nussbaum, alarmada
por el relegamiento y a veces la directa subestimación del pensamiento
reflexivo y la cultura universal en favor de la absoluta preminencia de
conocimientos técnicos que otorguen rentabilidad en el mercado por parte de
elites con poder político y autoridades de prestigiosas instituciones
universitarias, publica en el año 2010 un libro manifiesto. El libro se
titula.” Sin fines de lucro. Porqué la democracia necesita de las humanidades”.
Allí se relatan ejemplos concretos que muestran como las nuevas elites del
capital financiero desprecian las artes y las humanidades. Su apuesta es
reivindicar el imprescindible valor de estas para la existencia y la
profundización de las democracias. En el año 2013 el filósofo italiano
especialista en Giordano Bruno, Nuccio Ordine publica otro libro manifiesto con
la misma preocupación y lo llamará “La utilidad de lo inútil”. Blandiendo un
apasionado enojo ante el abandono de las letras clásicas en los programas de
escuela media de la Comunidad Europea, emprende un recorrido dando clases en
escuelas medias de Italia, Francia y España sobre el Dante, sobre El quijote y
otros textos clásicos desde una perspectiva vital que en el fondo supone
preguntarse cómo queremos formar a las nuevas generaciones, qué sociedad
esperamos construir. Con el mismo espíritu Nussbaum dirá que la “ educación
orientada principalmente a la obtención de renta en el mercado global... pone
en riesgo la vida misma de la democracia, además de impedir la creación de una
cultura mundial digna”. En el año 2003 en una entrevista publicada en el diario
La Nación el científico argentino Rolando García, el apaleado rector de
Ciencias exactas de la noche de los bastones largos sostenía, como era su
costumbre sin ambigüedades, “quien
rige hoy lo que se hace en ciencia no es la UNESCO, como debería ser, sino el
Banco Mundial”. Y se preguntaba qué conocimiento apoya el Banco Mundial, para
responder: “el que va dirigido a la empresa, al mercado”.
Por todo esto, la
lucha de la universidad pública no se trata solo de un reclamo legítimo e
imprescindible por el presupuesto y por mucho más presupuesto, sino que es una
lucha político-cultural. Una lucha que
debe implicar a distintos sectores de la sociedad portadores de sensibilidad
democrática que valoren los espacios donde es posible trabajar con la
imaginación creativa, con el pensamiento reflexivo, desde las distintas
profesiones, desde las artes y las ciencias, como condición potencial de
construir sociedades que piensen en la inclusión del género humano. No es
momento de diferencias políticas que ante esta situación se tornan claramente
secundarias. Como en la lucha antifacista, el horror ante acciones que eran
percibidas como atentados al género humano, la universidad en su conjunto y la
sociedad que la sostiene y que se beneficia con sus conocimientos, debe ponerse
de pie frente a esta nueva forma que asume la barbarie.
No estamos de cuerdo
con la vulgarización del conocimiento reducido a pura técnica, no queremos
ciudadanos que en el mejor de los casos sean técnicos dóciles a los deseos del
poder. No queremos formar profesionales que legitimen una sociedad- como es
posible atisbar en las medidas del presente- productora de poblaciones a las
que se considera desechables, como los discapacitados, los enfermos
terminales, simplemente los enfermos pobres, los viejos, y todos aquellos que
por diferentes motivos provocados por políticas excluyentes quedan fuera del
mapa integrado.
Sabemos que para esta perspectiva con peso cultural
mundial, la forma más elemental de las democracias republicanas con sus
conquistas inclusivas de posguerra se convierten en un obstáculo y se
consideran una mera escenografía de cartón, a burlar o a derribar cuando sea
pertinente. Von Hayek un referente
fuerte de esta perspectiva elogió a la dictadura de Pinochet como una verdadera
democracia en tanto habilitaba la libertad de mercado.
Quienes estamos en la universidad pública en Argentina tenemos la
oportunidad de reconocernos y resignificar productivamente un extraordinario
capital que existe desde la fundación de la república moderna hasta el
presente. Somos herederos de la Ley 1420 de 1884 que estableció la educación
primaria común, laica, gratuita y obligatoria; los somos también de un hecho
fundamental en las historia de las luchas contra los oscurantismos retrógrados
que surgió de la universidad de córdoba y repercutió con fuerza política y
cultural en toda américa latina, la llamada reforma del 18; están en nuestra
memoria las luchas estudiantiles de la larga década del sesenta y las imaginativas y breves experiencias
universitarias de 1973-74; sabemos del enorme valor resistente que tuvo la
Carpa blanca frente al avance arrollador del neoconservadorismo. Por eso
estamos dispuestos a dar una lucha que irremediablemente para ser efectiva debe
ser vitalizadora del demos universitario. Profesores, trabajadores no docentes,
graduados, estudiantes, tenemos esta historia. Si con ella, que es un potente
pertrecho, no podemos pararnos con fuerza frente a lo que es una ola de
barbarie, para qué estamos.
*Lucas Rubinich,
profesor consulto Carrera de Sociología UBA. Investigador Instituto de
investigaciones Gino Germani UBA.
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