viernes, 20 de abril de 2012

Artículo de Effy Save sobre la performance

Effy Save, amiga, artista, no anda con medias tintas.Ni en sus obras, ni, como en este caso, en las reflexiones que produce sobre una forma de construcción de objetos artísticos. La gran lucha por la emancipación humana se fortalece con miles de pequeñas acciones que desacomodan lo dado, lo aprendido, lo que es así. De múltiples formas Effy genera ese tipo de acciones. Básicamente en su vida, en su obra artística y también en su papel como intelectual.
http://effymia.blogspot.com.ar/


La performance, hija desaparecida de las artes visuales

de Effy Save, el Viernes, 20 de abril de 2012 a la(s) 12:19 ·
Un artista se hace un tajo en la piel, sangra y contiene el grito. Otro artista simula que se hace un tajo en la piel, usa pintura y grita. Ya han pasado casi tres décadas desde que Argentina recuperó la democracia y con ello empezó un lento proceso de sanación de una herida que no cierra. Aún se ven las secuelas de una nación atravesada por una dictadura, el exilio, el silencio, la tortura, la censura de una generación de pensadores, entre los cuales estaban los artistas. Una de esas secuelas, al parecer poco importantes en un escenario tan dramático, es la identidad robada de la performance.
La actual universidad de artes visuales con mayor prestigio del país tiene diversas orientaciones: Pintura, Escultura, Grabado… todas relacionadas a las artes tradicionales excepto una que incluye las nuevas tecnologías. La mayoría de los estudiantes desconoce lo que es la performance, o da por sentado que es hija de las artes dramáticas. Tampoco hay un desarrollo claro sobre el arte conceptual. Los circuitos artísticos parecen detenidos en el tiempo, donde el descubrimiento más reciente es la fotografía y el video.
De vez en vez uno puede encontrar una instalación, y lo más cercano a la performance son las manifestaciones artísticas en las marchas. A los estudiantes de artes visuales se los seduce con el Picasso que reinterpreta la realidad con pocas líneas, y nada se habla del Picasso que pegó un fragmento de diario en un cuadro y dio ese casi invisible paso donde el arte visual deja de representar un objeto y directamente lo presenta. Duchamp es un loco lindo que se lo nombra en algunas materias teóricas, pero sólo para problematizar lo que es el arte y no para repensar nuestras propias prácticas artísticas.
No es casual que prácticamente nadie esté familiarizado con los trabajos de Marina Abramóvic, Joseph Beuys, Ana Mendieta o Vito Acconci. Mientras en otras partes del mundo el arte visual se desprendía completamente del lienzo, acá había que tener cuidado de qué hacías con el pincel. Y cuando el silencio fue finalmente interrumpido, tal vez el primer trabajo de los artistas visuales con fuerte presencia del cuerpo fue el famoso “Siluetazo” donde justamente se denunciaba la ausencia del mismo.
Ahora, las camadas emergentes de artistas jóvenes nacieron tras 1983. La performance empieza a resurgir con más fuerza, y más bajo el interés de los artistas dramáticos que buscan alejarse del personaje, o de artistas visuales que aún tímidos utilizan elementos del teatro para poner aún una distancia entre su cuerpo y el arte, una suerte de escudo a ser vistos completamente símil al lienzo. Entonces simulan hacer en vez de hacer, y no son enteros, son parciales porque también simulan sus estados en base a un sentimiento que no fue simulado.
Pocas galerías apuestan por la performance, aún el país no entiende muy bien qué es ni cómo se administra. Los artistas nacionales interesados en profundizar su producción no encuentran muchos espacios, ni colegas, ni réditos económicos para despedirse completamente de las artes tradicionales.
En todo este tiempo, la performance, que fue parida por las artes visuales, ha sido apropiada por las artes dramáticas, tal vez porque simulando es la única manera que tenemos de ser tras haber pasado por un periodo donde "ser" es algo que resulta amenazante y peligroso.
Un artista simula herir su cuerpo y grita, otro artista lo hiere honestamente y trata de no gritar. Los ojos argentinos aún desconcertados se dividen entre los que necesitan ver y los que necesitan seguir mirando para otro lado.
Algunos artistas visuales quieren recuperar a su hija perdida. Algunos artistas dramáticos se han encariñado sintiéndola propia. Al parece una custodia compartida es lo menos traumático. Mientras tanto, el arte, que tiene una función primordial para que la sociedad se repiense, plantea que hay mucho trabajo por delante con esta herida que no cierra, y que posiblemente no cierre jamás.

sábado, 14 de abril de 2012

Los intelectuales y "el efecto Don Quijote"



Los intelectuales y “el efecto Don Quijote”.

Lucas Rubinich

Cuando surge el interrogante acerca de si la voz de los intelectuales conserva prestigio y autoridad en la sociedad contemporánea es difícil no atribuirle un velo de la nostalgia a esa formulación. Ocurre que el papel sigue estando habilitado como expresión de esa tradición, pero se encuentra ante un escenario en el que sus grupos, instituciones y estilos de acción se han visto afectados por un proceso de reacomodamientos estructurales y simbólicos y han perdido posiciones en un sistema de jerarquías habilitados para hablar con autoridad de la virtud pública. Esta situación de desajuste entre lo incorporado como parte de una experiencia histórica que aparece desvalorizada, y resignificaciones de sensibilidades y formas de organización del mundo social y cultural que no se corresponden con esa experiencia, es denominada por la sociología cuando se imagina más científica clásica, histéresis, y cuando es seducida por la literatura, “efecto don quijote.”

En todo el mundo occidental ocurre algo parecido. No obstante, en argentina de los últimos años parecen haber resurgido los debates entre intelectuales. Centralmente y planteado de manera condensada, entre tres posiciones: 1)grupos que apoyan al gobierno del que saludan su salida de los noventas y su pelea con la hegemonía neoliberal; 2)otros que observan solo modificaciones superficiales de las instituciones construidas por esa hegemonía neoliberal, y 3)los que reeditan los temas del antiperonismo cultural tradicional denunciando lo que ven como el desprecio a la cultura e instituciones republicanas. Todos ellos son portadores de discursos débiles, todos ellos también, en tanto iniciativa, resultan a la vez un tanto extemporáneos, y familiares.

Es que este tipo de intervenciones forman parte de la historia occidental del último siglo y medio: referentes del mundo de la cultura y la ciencia emiten opinión, con autoridad, sobre cuestiones públicas. Claro que hay algunas diferencias sobre todo en lo que hace a la cuestión de la autoridad, al grado de reconocimiento social entre estas manifestaciones y los espacios concretos que las avalan, y las existentes en momentos anteriores La ciencia y el arte, de algún modo en el siglo XIX avanzado, parecían desplazar del podio utilizado para proclamar valores universales a la religión, y se convertían así en un espacio prestigiado no solo para hablar de sus especificidades, sino para intervenir sobre cuestiones morales: por ejemplo, Zola fundacionalmente, Lugones en argentina, y Sartre como el ultimo gran faro.

La diferencia con el presente es que hay un campo cultural dramáticamente inficionado en su autonomía, entonces sin la autoridad de esos otros momentos frente a la sociedad, y además hay nuevos espacios con significativa capacidad de imposición de visiones del mundo. Básicamente tres: a)el de los nuevos medios de comunicación que entre otras cosas resultan en una democratización de la opinión, b)el de los clásicos medios de comunicación de masas con sus periodistas de opinión e intelectuales habitués revalorizados por el deterioro de la autonomía cultural y académica, y además c)el de organizaciones fuertes que conforman un mercado de la virtud pública internacional, que algunos han denominado la nueva filantropía hegemónica. Este último es quizás el más poderoso simbólicamente y con una gran capacidad económica. Estas organizaciones que acolchonan su heteronomía de los poderes políticos y económicos a través de las grandes fundaciones internacionales ligadas a políticas de estados poderosos y de corporaciones, se mueven con rapidez en el mundo a la manera de una transnacional de servicios simbólicos. Así, entre otras muchas, Médicos sin fronteras, Greenpeace o Human Rights, por ejemplo, reclutan sus cuadros entre jóvenes profesionales con vocación por lo público, desconfiados de los estados nacionales y enemigos de la política tradicional que, con proclamada independencia de las instituciones del viejo orden como el estado nación, actúan llevando la antorcha de algunas cuestiones que remedan de un modo pragmático la vocación universalista de los espacios clásicos y parecen más compatibles, en sus legitima acciones, con las nuevas prácticas y el clima de época.

La vieja trascendencia de la alta cultura se encuentra frente a este potente mundo heterónomo, cuyo discurso es inmediatista y corrector. Es, efectivamente, una voz que apunta a corregir errores Se asienta en un presente en el que no hay una alborada soñada sino un día más o menos luminoso que ya llegó y se actúa sobre algunos nubarrones. Es que las ilusiones de trascendencia son expresiones de proyectos, o más ambiguamente, de climas colectivos encarnados socialmente. Y lo predominante en el mundo occidental del presente, producto de las políticas de la revolución neoconservadora, es la fragmentación estructural y un individualismo pragmático, que se relacionan muy débilmente con las instituciones del viejo orden incluido el ideal de república liberal burguesa.

En ese clima predominante es que las intervenciones del intelectual clásico resultan en un desfase: los conceptos usados con voluntad de trascendencia se asientan sobre experiencias históricas anteriores o sobre ilusiones de esas experiencias (nacional-populares, republicano-liberales, socialistas) y se rearman ahora confusamente para dar cuenta de un mundo que tiene características que no se terminan de aprehender.

Hay al fin, un efecto Don Quijote, pero debilitado, porque quienes llevamos adelante estas acciones estamos estructuralmente habitando una zona desde donde los molinos no dejan de verse como tales, pero a veces los imaginamos subsumidos en una niebla en la que nos esforzamos por adivinar viejos fantasmas, gigantes de algún modo añorados, que no terminan de conformarse y terminan diluyéndose.

Y si, pese a todo, continuamos con la ilusión de su presencia, avanzamos con dudas, con voluntad sobreactuada, con desconciertos, por supuesto con errores, y, lo que es peor, como consecuencia de la creencia débil, con la ausencia clara de pasión.

"Revista Ñ" 14.4.2012/ página 21